La Revolución Alemana de 1923 y Trotsky
Luis Brunetto
Comunicação apresentada na Mesa Redonda “A Revolução Alemã de 1923 e as origens do trotskismo”, realizada no dia 22 de agosto de 2023.
La revolución alemana de 1923, el Octubre alemán, es un hecho decisivo en el proceso de constitución del trotskismo como corriente política, porque marca el final del ciclo revolucionario que abrió la revolución de Octubre de 1917. Por supuesto, me refiero al ciclo político y no al período histórico que abrió el Octubre ruso, el de la revolución proletaria, que es el período en que todavía vivimos. Justamente, y como es bien conocido, en la perspectiva revolucionaria de los bolcheviques el triunfo en Alemania implicaba el cumplimiento de uno de los requisitos fundamentales de la extensión mundial del proceso revolucionario.
Podríamos publicar un libro con citas de Lenin y Trotsky respecto a esta idea fundamental de ligazón entre la revolución rusa y la alemana. Me permito para ilustrar este punto citar el muy conocido discurso de Lenin en la Estación Finlandia de Petersburgo, el día de su retorno desde el exilio en abril de 1917: “De pie en medio del salón” dice Sujanov en sus memorias “parecía como si todo lo que estaba ocurriendo allí no tuviera nada que ver con él. Miraba a derecha e izquierda, se fijaba en los que le rodeaban, clavaba los ojos en el techo, arreglaba su ramo de flores que armonizaba muy mal con su figura, y después, volviendo completamente la espalda a la delegación del Comité ejecutivo, «contestó» del modo siguiente: «Queridos camaradas, soldados, marineros y obreros: Me siento feliz al saludar en vosotros a la revolución rusa triunfante, al saludaros como a la vanguardia del ejército proletario internacional… No está lejos ya el día en que, respondiendo al llamamiento de nuestro camarada Carlos Liebknecht, los pueblos volverán las armas contra sus explotadores capitalistas… La revolución rusa, hecha por vosotros, ha iniciado una nueva era. ¡Viva la revolución socialista mundial!…»
Cómo se ve, y por supuesto no estoy diciendo nada nuevo, la perspectiva del triunfo de la revolución alemana era no solamente clave en la estrategia revolucionaria del bolchevismo, sino que, como prueba este discurso, un discurso que tiene una importancia política incalculable en tanto se trataba de su primer discurso al retorno del exilio, su primer mensaje a la clase obrera revolucionaria rusa, y un clarísimo mensaje tanto para los demás “partidos soviéticos” como para el ala derecha de su partido encabezada entonces por Kámenev y Stalin, que desde la Pravda promovían la política de un bolchevismo “ala izquierda” del soviet reformista y oposición leal al gobierno provisional. Acá Lenin plantea que la revolución no podía detenerse hasta darle el poder al proletariado; en ese discurso digo, que es como él mismo dice, la primera proclama de “una nueva era”, Lenin ubica a la revolución rusa como prolegómeno de la revolución alemana: “En la estación de Finlandia, al volver la espalda a Cheidse para volverse de cara a los marineros y los obreros, al abandonar la defensa de la patria para apelar a la revolución mundial y trocar el gobierno provisional por Liebknecht, Lenin anticipaba como un pequeño ensayo la que había de ser toda su política ulterio.” dice Trotsky en su Historia de la revolución rusa.
Ahora bien: esta perspectiva revolucionaria mundial del bolchevismo no estaba implícita ni se desprendía automáticamente de la trayectoria anterior del partido. Los bolcheviques habían sido educados en la fórmula de la dictadura revolucionaria del proletariado y los campesinos, y ya desde el discurso en la Estación Finlandia, y mucho más desde la conferencia del partido en la que la intervención de Lenin ha quedado registrada en sus conocidas Tesis de Abril, intervención de la que el propio Sujánov, que era del grupo menchevique internacionalista de Martov y que había sido invitado por Kámenev que practicaba la política de “ala izquierda” de la democracia revolucionaria, fue testigo y de la que dijo que para él había sido como recibir “un martillazo en la cabeza”, es evidente que Lenin promovía una reorientación de la política del partido. Es que esas tesis de Lenin se apoyan en el concepto de “revolución permanente”, al que Lenin había llegado según Trotsky, en forma “infinitesimal”.
Esa reorientación que Lenin promovió en su partido no sin lucha, como vemos, porque en el partido bolchevique se hacía lo que planteaba Lenin sólo si el partido se convencía, y no sin lucha, sin sillazos dicen algunos incluso que hubo el día que leyó las Tesis…, es evidente que fue la base de la reconciliación con Trotsky y su ingreso al bolchevismo que, creo yo, es algo que Lenin siempre buscó, desde la mismísima ruptura de 1903. No nos olvidemos que Lenin fue quien descubrió a La Pluma, el joven que ya era pero todavía no era Trotsky, milagro de la dialéctica, y cuya presencia en Londres fue el primero en propiciar.
Sobre la base de esa colaboración, basada en la admisión de facto por Lenin de la teoría de la revolución permanente, y de la admisión explícita por parte de Trotsky de la teoría bolchevique de partido, que Trotsky había rechazado en 1903 pero ahora aceptaba haciendo suyo el concepto del centralismo democrático, se construyó la hegemonía de estos dos jefes revolucionarios sobre un partido que, sin ellos, no hubiese tomado el poder en Octubre del ‘17. La revolución de Octubre es muchas cosas, pero a escala del partido bolchevique, es la primera gran consecuencia política de la hegemonía de Lenin y Trotsky sobre el partido. Un Lenin clandestino tras las jornadas de julio, obligado a sublevar a la base de obreros y soldados bolcheviques contra un aparato partidario que resiste la necesidad de la insurrección, es el que pone al servicio de Trotsky el partido con el que el presidente del Soviet de Petrogrado organiza en forma meticulosamente brillante el asalto al poder.
Podría parecer una exageración, pero es un hecho que la revolución de Octubre exigió primero, o al unísono, una lucha encabezada por Lenin por enderezar el rumbo del partido hacia la insurreción, una lucha apoyada en la voluntad de las bases de obreros y soldados del partido contra la pasividad o, como en el caso de Zinoviev y Kámenev, directamente la resistencia de la vieja guardia y del aparato, de la que podría decirse que tuvo en Trotsky al único apoyo incondicional de principio al fin. En su Historia… Trotsky lleva este razonamiento al extremo de considerar que la revolución de Octubre no podría haber triunfado si Lenin hubiese sido asesinado durante las Jornadas de Julio. Él, un recién llegado, sostiene, no habría podido convencer al partido de la necesidad imperiosa de pasar a la acción insurreccional.
Y, en la vigencia de esta hegemonía dirigente en el partido, la revolución alemana representaba un aspecto decisivo. Durante la crisis que estuvo al borde de producir la escición del partido alrededor de la paz de Brest- Litovsk, en la que la escisión fue una posibilidad práctica, el anatema lanzado contra Lenin y Trotsky por los comunistas de izquierda encabezados entonces por Bujarin y Preobrazhensky es justamente el de “traición a Liebcknecht y a la revolución alemana”. La revolución alemana del 18 y la sublevación espartaquista que, a pesar de la oposición tanto de los bolcheviques como de Rosa Luxemburgo, se produjo en enero del 19 y que costó su asesinato y el de Liebcknecht, contaron con el apoyo político y material de los bolcheviques. La propia decisión de poner en práctica la tarea de organizar la nueva Internacional fue consecuencia directa de la revolución del 18- 19, y repetidas veces Lenin propuso trasladar su sede a Alemania para contrarrestar la tendencia a que se convirtiera en un apéndice del partido ruso.
En definitiva, la hegemonía Lenin- Trotsky era la hegemonía de un programa, el programa de la revolución permanente, aunque como señalara Trotsky al respecto, no se volviera a hablar de ella hasta que la troika Zinóviev- Kámenev- Stalin la devolviera al centro de la discusión cuando desató la lucha contra el trotskismo. Y el objetivo concreto y decisivo en el contexto de ese programa era la victoria de la revolución alemana. El triunfo de la revolución alemana, entonces, era concebido como el siguiente mojón en el proceso abierto por la revolución de Octubre. Ningún otro triunfo revolucionario podría haber cumplido el papel de la victoria alemana. Alemania era entonces la principal potencia industrial de Europa y había disputado la supremacía económica mundial con EEUU, era un objetivo de las potencias capitalistas vencedoras en la primera Guerra convertirla y reducirla de potencia imperialista a semicolonia.
La reconstrucción socialista en Alemania hubiera abierto el camino a choques decisivos con la burguesía mundial. Resulta lógico imaginar que una reconstrucción socialista alemana hubiera dado como resultado un poderío económico superior al que produjo la reconstrucción burguesa de la economía alemana bajo Hitler, además de que hubiera facilitado la victoria del partido Comunista en varios países europeos más, especialmente en el este europeo, al menos en las extremadamente importantes Austria y Hungría, cuyos procesos revolucionarios se desarrollaron al compás del desmoronamiento de los imperios de las potencias centrales prácticamente al unísono con la Novemberrevolution alemana y en un proceso cuyos ritmos tendían a unificarse. Y, por supuesto, hubiese sido un golpe decisivo a las perspectivas del desarrollo del fascismo.
El costado débil de la hegemonía era justamente Trotsky. Su condición de recién llegado habilitaba los celos y las intrigas contra el número 2 de Lenin. Cualquiera que conozca mínimamente la historia de la revolución rusa sabe que los mensajes, saludos, discursos en cualquier instancia partidaria que fuera, iban dirigidos a Lenin y Trotsky, y la prensa extranjera y el público en general usaba frecuentemente la expresión “el partido de Lenin y Trotsky, para referirse al bolchevismo. Por eso, durante su colaboración activa, Lenin ofreció incluso en exceso, con ese celo que lo caracterizaba para remarcar aquello que le parecía fundamental, señales políticas de confianza. Desde aquella frase de “desde que ingresó al partido no hay mejor bolchevique que Trotsky” a la hoja en blanco con membrete del Sovnarkom en la que estampó su firma ante la mirada atónita de los quejosos dirigentes de la vieja guardia, celosos del poder y la popularidad del organizador del ejército rojo.
Esa endeblez de Trotsky dentro del partido, a pesar de su condición de número 2 de la revolución, de Comisario de Guerra y jefe del Ejército Rojo, y de su indudable popularidad, quedó expuesta en el proceso político que se desató a partir del primer ataque de Lenin en 1922. La lucha por la sucesión sacó a la luz la profundidad del proceso de burocratización que se había desarrollado a partir de la instauración del la NEP y el aislamiento de la Rusia Soviética, y del que era expresión política la Troika Zinoviev-Kámenev- Stalin, que, justamente, introdujo al “trotskismo” como un rótulo negativo para conjurar el peligro que significaba para la burocracia la continuidad de la perspectiva revolucionaria permanente, es decir: mundial. En ese contexto se produjo la derrota, o la capitulación sin lucha, mejor dicho, del Octubre alemán. Su consecuencia directa fue, por tanto, la creación de las condiciones para que, a la teoría de la revolución permanente se opusiera el engendro de la perspectiva del “socialismo en un sólo país.”
Pero hagamos un breve raconto sobre el proceso revolucionario abierto por la Novemberrevolution de 1918. Ese proceso tuvo como hitos la huelga general contra el putsch de Kapp, con la formación del Ejército Rojo del Ruhr, con cifras que distintos autores ubican entre 30 y 100 mil obreros armados; la ultraizquierdista Acción de Marzo del 21; y por último el Octubre alemán del ‘23. Hace falta hacer una breve caracterización del PCA. Nacido durante los propios acontecimientos revolucionarios de 1918 alrededor de la corriente espartaquista que habían organizado Liebcknecht y Rosa Luxemburgo, y que aun se mantenía formalmente como parte del PSDI. Ya de entrada su base “uñtraizquierdista” impone sus deseos políticos a la dirección. En el Congreso fundacional, y contra la posición de Rosa y Leo Jogiches, de Paul Levi y de Rádek, el representante del PCB, se aprueba por abrumadora mayoría el boicot a la participación en las elecciones para la Asamblea Nacional convocada por el gobierno socialdemócrata, de la que participaría el 19 de enero el 83% de la población alemana. Durante la sublevación espartaquista de enero del ‘19, la Zentrale resolvió el 10 de enero retirarse del Comité Revolucionario que dirigía la acción, pero el propio Liebcknecht desobedeció. El resultado fue el aplastamiento de un levantamiento que se había iniciado con una huelga general armada de la clase obrera berlinesa y el asesinato por los freikorps de Rosa y Liebcknecht. Es decir: el descabezamiento del partido recién nacido. Uno se pregunta por las conclusiones que una cabeza tan formidable como la de Rosa, de haber sobrevivido, pudiera haber sacado de la rebelión derrotada de enero…
Esa tendencia ultraizquierdista se volvió a manifestar durante el putsch de Kapp en 1920, cuando el partido se declaró neutral frente al asalto al poder por parte de las freikorps y ante el que la clase obrera alemana había reaccionado con una huelga general total, que atravesó al país de una punta a la otra, y con la conformación del ejército Rojo del Ruhr, del que los estudiosos más conservadores sostienen que contaba con unos 30 mil obreros armados. Y aquí quiero polemizar con la defensa que acaba de hacer Isabel respecto a Paul Levi. Levi, que había asumido la dirección del partido alemán después del asesinato en marzo del 19 de Jogiches, promovió una política que en gran medida contenía los elementos fundamentales de lo que después sería la táctica del frente único. En el segundo congreso del partido, en Heildelberg a fines de 1919, y en toda una serie de escritos suyos, denostó las tácticas que luego Lenin bautizaría como “izquierdistas” en el libro de 1920. Frente a la agitación ultrasectaria que el KPD emprendió frente al putsch de Kapp, envió desde la cárcel de Moabit una carta fuertemente crítica y, finalmente, promovió en el Ejecutivo la declaración de “Oposición leal” en la que, como salida al vacío de poder abierto por la derrota de Kapp a manos de la clase obrera, promovía la aceptación por el KPD bajo ciertas condiciones de un gobierno obrero que había realizado el socialdemócrata Legien. Es decir, un gobierno sin representación de los partidos de la burguesía.
Respecto a esta declaración, Lenin decía en El izquierdismo… lo siguiente: “Esta declaración es absolutamente justa tanto en la premisa fundamental como en su conclusión práctica. La premisa fundamental es que, en el momento actual, no existe “base objetiva” para la dictadura del proletariado, por cuanto la “mayoría de los obreros urbanos” apoya a los independientes. Conclusión: promesa de constituir una “oposición leal” [es decir, renuncia a preparar “un derrocamiento violento”] a un “gobierno socialista si éste excluye a los partidos burgueses-capitalistas”. Pero después dice: “jamás se deben escribir cosas como las que contiene el párrafo cuarto de la declaración, que dice: “Un estado de cosas en el que se goce sin restricciones de libertad política y en el que la democracia burguesa no pueda actuar como la dictadura del capital, es de la mayor importancia, desde el punto de vista del desarrollo de la dictadura del proletariado, para seguir ganando a las masas proletarias para el comunismo… Semejante estado de cosas es imposible. (…) Habría bastado decir (si se quería dar muestras de cortesía parlamentaria): mientras la mayoría de los obreros urbanos siga a los independientes, nosotros, los comunistas, no debemos hacer nada por impedir que esos obreros se desembaracen de sus últimas ilusiones democrático-pequeñoburguesas (es decir “burguesas-capitalistas”) haciendo la experiencia de tener un gobierno “propio”. Esto es motivo suficiente para un compromiso, que es verdaderamente necesario y que debe consistir en renunciar durante cierto tiempo a todo intento de derrocamiento violento de un gobierno que cuenta con la confianza de la mayoría de los obreros urbanos.”
Cito este comentario de Lenin porque contiene la crítica a las dos mitades de la posición de Levi, la correcta y la incorrecta. Levi, según interpreto yo, creía que el ciclo revolucionario se hallaba ya liquidado y su promoción de la táctica del frente único tenía que ver más con la idea de la conquista de las masas que con la conquista del poder. Pero hay que admitir que fue resultado de la política que Levi promovió que el PCA se convirtiera en un partido de masas, explotando la división del PSDI en el Congreso de Halle, un congreso en el que el tema crucial fue la adhesión o no a la IC y del que participaron como oradores dirigentes rusos como el menchevique de izquierda Martov y el propio Zinoviev por la IC. Su ala izquierda se fusionó con el KPD para formar el PCAU, un partido que pasó a contar con alrededor de 400 mil miembros.
Entonces no fueron los desacuerdos sobre el frente único los que determinaron la expulsión de Levi. Su expulsión fue producto de haber hecho pública su posición sin dar la discusión en el seno del partido respecto a la expulsión de los centristas italianos con Serrati a la cabeza en el Congreso de Livorno, oponiéndose a la creación del PCI por Gramsci y Turatti, y que fue aprovechada por Zinoviev y Rakosi, enviado de la IC y los partidarios de la llamada teoría de la ofensiva, Ruh Fischer, Maslow y toda la ultraizquierda que dominaba el partido berlinés, para atacarlo y Levi renuncia a la Zentrale, algo que Lenin, que compartía en general sus puntos de vista, consideró inexplicable. La nueva dirección, con Heinrich Brandler a la cabeza, y bajo la presión directa de Bela Kun, el fracasado dirigente de la revolución húngara del ‘19, patrocinado por Zinoviev y Bujarin desde la dirección de la IC emprendería la ultraizquierdista Acción de Marzo del ‘21, que Levi criticó en su folleto Nuestro camino contra el putschismo, en el que criticó el funcionamiento de la IC, la imposición de sus dirigentes rusos de líneas y cursos de acción políticos y prefiguró la idea de una IC apéndice del partido ruso. La respuesta de Zinoviev y la IC fue su expulsión el 29 de abril, luego de la previa expulsión por parte de la Zentrale del PCAU. Lenin ofreció a Levi una salida pero este la rechazó.
Trotski dice en la Pravda del 6 de enero de 1922 en “Paul Levi y algunos izquierdistas”: “Levi se opuso no sólo a los errores de marzo, sino también al partido alemán y a los trabajadores que habían cometido estos errores. En su temor de que el tren del partido sufriera un descarrilamiento tomando una curva peligrosa, Levi, a causa del miedo y el rencor, cayó en tal frenesí que diseñó una “táctica” de salvación que lo envió abajo por el terraplén.” Y Lenin diría en su “Carta a los Comunistas alemanes” del 17 de diciembre de 1921. Lenin afirmaba: “Defendí y tuve que defender a Levi por cuanto sus adversarios se limitaban a vociferar acerca del menchevismo y del centrismo y se negaban a ver los errores de la acción de marzo y la necesidad de explicarlos y corregirlos. […] Levi tuvo que ser expulsado por violar la disciplina.” Aun así, Lenin le envió una carta a través de Clara Zetkin ofreciendóle la readmisión en el partido bajo ciertas condiciones, que Levi rechazó. A mi juicio, Levi era un hombre muy inteligente, al que Lenin valoraba mucho, pero que nunca dejó de ser un socialdemócrata. Su planteo del frente único se detenía por así decir en el problema de la conquista de las masas, sin plantearse el problema de que esa conquista tenía como fin la conquista del poder. No pudiendo llevar a la IC por ese camino, terminó violando la disciplina partidaria creyendo que podría emprender un curso intermedio absolutamente fallido entre la perspectiva bolchevique y la socialdemocracia tradicional.
Pasemos por último a la cuestión de si había condiciones revolucionarias en la Alemania del ‘23. Voy a empezar leyendo un párrafo del Informe de Trotsky de diciembre del 22 sobre el IV Congreso de la IC donde se discutió el problema del gobierno obrero. Dice Trotsky: “En el Cuarto Congreso nos enfrentamos concretamente a la cuestión de un gobierno obrero con respecto a Sajonia. Allí los socialdemócratas, junto con los comunistas, comprenden una mayoría ante la burguesía en el landtag sajón. Creo que hay 40 diputados socialdemócratas y 10 diputados comunistas, mientras que el bloque burgués totaliza menos de 50. Y así, los socialdemócratas les propusieron a los comunistas la formación conjunta de un gobierno obrero en Sajonia. En nuestro partido alemán hubo algunas dudas y vacilaciones sobre este tema. La cuestión se examinó aquí en Moscú y se decidió rechazar la propuesta. ¿Qué quieren realmente los socialdemócratas alemanes? ¿Qué pretendían con esta propuesta? Todos ustedes saben que la república alemana está encabezada por un socialdemócrata, Ebert. Bajo Ebert hay un gobierno burgués, llamado al poder por Ebert. Pero en Sajonia, uno de los sectores más proletarizados de Alemania, se propone instituir un gobierno del trabajo, de la coalición entre socialdemócratas y comunistas. El resultado sería: un verdadero gobierno burgués en Alemania, sobre el país en su conjunto, mientras que en el landtag de una de las regiones de Alemania estaría actuando como un pararrayos una coalición gubernamental socialdemócrata y comunista. En el Comintern damos la siguiente respuesta: si ustedes, nuestros camaradas comunistas alemanes, opinan que es posible en Alemania una revolución en los próximos meses, entonces les aconsejamos que participen en Sajonia en un gobierno de coalición y utilicen sus puestos ministeriales en Sajonia para el fomento de las tareas políticas y de organización y para transformar a Sajonia, en cierto sentido, en un campo de batalla comunista para tener un baluarte revolucionario ya reforzado en un período de preparación para el estallido próximo de la revolución. Pero esto sólo sería posible si la presión de la revolución ya se hiciera sentir, sólo si ya estaba al alcance de la mano.”
Esto que Trotsky y la IC habían discutido, es lo que se materializaría en el Octubre del ´23. Por empezar, la ocupación del Ruhr por las tropas franco- belgas produjo un estado de agitación general. El PCA comenzó a crecer en toda Alemania disputando exitosamente, especialmente en la zona del Ruhr, la lucha por la conquista del sentimiento nacional contra la ocupación con la ultraderecha y los nazis. Eso exigió una política audaz, la reorganización de las Centurias Proletarias, grupos de choque que el partido usaba para la autodefensa y para disolver demostraciones nazis o ultraderechistas. Especialmente en Sajonia y Turingia, donde gobernaban los socialdemócratas de izquierda con voto de confianza de los comunistas, las Centurias actuaban abiertamente. Según Broué el PC contaba con mayoría en 2 mil de los 20 mil consejos de fábrica del país, que habían puesto en pié comités de control de precios, de abastecimiento, y de alquileres impulsados por los consejos de fábrica, DRF duplicaba la tirada del Vorkwarts.
En junio se da una primera oleada de huelgas contra el gobierno de Willheim Cuno, que representaba el interés directo de los grandes industriales. Para el 29-7 las Centurias Proletarias llaman a una manifestación armada en las principales ciudades, que es prohibida salvo en Sajonia y Turingia. El partido acepta la prohibición y se realizan actos en locales cerrados para evitar provocaciones que en Berlín reunieron a 200 mil personas. Todas cifras que da Broué no? Pero en Chemnitz, la ciudad de Brandler, en Sajonia, 60 mil centurias desfilan abiertamente, en Dresde 20 milo y 30 mil en Leipzig, todo en Sajonia. En Gotha, en Turingia, 25 mil.
A principios de agosto la ola de huelgas rebasa a las direcciones socialdemócratas y es impulsada desde el Congreso de los Consejos de Fábrica. La huelga de la imprenta nacional de billetes a iniciativa de la célula comunista juega un papel simbólico en las condiciones de un país que atraviesa una hiperinflación que nunca mas se dio con esas cifras. Las Centurias Proletarias llegan a confiscar ganado en Halle y Leipzig y lo distribuyen entre la población trabajadora. La ola de huelgas y disturbios se extienden por toda Alemania. El 12 los tiroteos dejan 30 muertos, el 13 más de 100. Cae Cuno y se forma un nuevo gobierno del gran capital ahora dirigido por Gustav Stresseman al que el Reischtag confiere “plenos poderes”, con participación del PSD de derecha, con Rudolf Hilferding en Finanzas. El mismo Hilferding que influyó en la teoría del imperialismo de Lenin.
En este contexto es que se reúne en Rusia la dirección de la IC con la dirección del partido alemán, entre ellos por supuesto Heinrich Brandler. Zinoviev, Trotsky y Radek promueven el levantamiento. Stalin no cree que haya condiciones, así deja constancia en una carta a Bujarin. Brandler pide que Trotsky vaya a dirigir la insurrección, pero Stalin y Zinoviev se oponen: ¡imagínense a un Trotsky victorioso no sólo en Rusia sino también en Alemania! El plan insurreccional es casi calcado del informe de Trotsky que leí antes. Mientras el gobierno prohíbe a las Centurias en todo el país, los gobiernos SDI de Sajonia y Turingia resisten la prohibición. El gobierno amenaza con entrar a esos estados y liquidar a las Centurias, del mismo modo que amenaza al gobierno ultraderechista de Baviera, aunque su verdadero objetivo es liquidar las Sajonia y Turingia rojas.
El PC acepta unirse al gobierno de Zeigner en Sajonia el 10 de octubre, y al de Turingia de August Frölich para usar el aparato estatal para armar al proletariado el 13. La situación va in crescendo, y cuando son prohibidas las Centurias Proletarias el 19, en el Congreso de los Consejos de Fábrica de Chemnitz del 21 de octubre Brandler propone la huelga general para defender a los gobiernos obreros de Sajonia y Turingia, defensa sobre cuya base se había organizado el plan insurreccional. El ministro de trabajo de Sajonia se opone, y Brandler retira la propuesta. El PC capitula sin lucha, entrega todas las posiciones. Un mes después, en la ultraderechista Baviera, Hitler es derrotado en el putsch de la cervecería, pero en una Alemania en la que el poder está a las manos de quien esté dispuesto a afrontar una prueba de fuerza, los nazis conquistan una posición que el PC alemán pierde. En Hamburgo, cuyos dirigentes no fueron informados a tiempo de la capitulación en Chemnitz, hay combates que dejan un saldo de 21 comunistas y 17 policías muertos.
Para cerrar, dejo a Trotsky las conclusiones, voy a leer este párrafo de una conversación entre CLR. James, conocido por esa obra genial que es Los jacobinos negros, y Trotsky, creo que del 38:
“James.- Brandler llegó a Moscú convencido del éxito de la revolución ¿Qué le hizo cambiar de parecer?
Trotsky.- mantuve numerosas entrevistas con Brandler. Me decía que lo que le atormentaba no era la toma del poder sino qué hacer después. Yo le decía: “Veamos, Brandler, dice usted que las perspectivas son buenas pero la burguesía está en el poder, controla el estado, la policía, el ejército, etc. La cuestión es romper ese poder.” Brandler tomó muchas notas durante muchas discusiones conmigo. Pero ese arrojo no era, por su
parte, más que la cobertura de sus temores secretos. Fue a Chemnitz y allí se encontró con los jefes de la socialdemocracia, una colección de pequeños Brandler. Y en su discurso les comunicó sus temores secretos gracias a la misma manera en que les habló. Naturalmente ellos retrocedieron y este estado de ánimo derrotista afectó a los obreros. Durante la revolución rusa de 1905, se desarrolló una discusión en el soviet para saber si íbamos a desafiar al poder zarista con una manifestación en el aniversario del domingo sangriento. Hoy en día todavía no sé lo que habría que haber hecho o no haber hecho en aquel momento. El comité no pudo zanjar la discusión por lo que consultamos al soviet. Yo presenté el informe, exponiendo la alternativa de forma objetiva, y el soviet decidió no manifestarse por una aplastante mayoría. Pero estoy seguro de que si yo hubiese dicho que era necesario manifestarse, y si hubiese hablado en consecuencia, habríamos tenido una amplia mayoría a favor de la manifestación. Ocurre algo parecido con Brandler. Lo que faltaba en Alemania en 1923 era un partido revolucionario…”